jueves, 8 de noviembre de 2007

Los más y los menos de cara a cuatro nuevos años de gobierno

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Junín espera ajustes en las segundas y terceras líneas de gestión para seguir creciendo

Para un nuevo período superador

El intendente Mario Meoni ha revalidado su título. 41% del electorado le dijo que sí. Casi 25% más que al segundo. Varios puntos porcentuales más que en el 2003, aunque ahora con mucha más contundencia. Su caudal electoral es superior a lo obtenido por todos los que lo siguieron, con representación legislativa, juntos. Pero el 41% no es mayoría absoluta. Eso significa varias cosas.

Por un lado, queda claro que su mensaje no ha sido debidamente transmitido. No ha llegado a las mayorías con la claridad, sencillez, repetición y contundencia que era necesario. Meoni no tuvo ni tiene un vocero que sea capaz de relevarlo de la tarea de la comunicación de su gestión. Unos por exceso, otros falta, los componentes de su más cerrado entorno no alcanzan a volcar a la comunidad el mensaje de gobierno como para ser entendido y correspondido por las mayorías absolutas. Nadie ha sido capaz, por ejemplo, excepto él mismo, de explicarles a los ciudadanos que un municipio, para que sea “de puertas abiertas”, no es necesario ni posible que sea sólo atendido por el intendente. Que para eso están los secretarios y los directores. Que es mucho más útil para la ciudad que su intendente viaje tres o cuatro veces por semana a gestionar a alto nivel y no que se quede a atender los reclamos de los vecinos, a los que nunca podría satisfacer desde la tertulia ciudadana. Y como eso, muchísimas otras cosas, domésticas o estratégicas.

La obra pública, brillante en su elucubración y planificación, tuvo y tiene gruesas fallas en su ejecución, por lo menos en tiempo y forma.
Con una enorme cantidad de obras en marcha, llegó a las elecciones legislativas de 2005 sin casi nada terminado. El electorado no suscribió lo actuado. Dije por entonces que “gestionar es cortar cintas, no anunciar obras”. Ahora, para las elecciones ejecutivas de este año, muchas obras trascendentes para la ciudad estuvieron “ahí”… terminadas con lo justo o con susto. Otras sin terminar. Si llovía un par de días más no podía presentar el asfalto de Pastor Bauman y de Alberdi, la plaza Alem y las luces de las dos avenidas asfaltadas y la Av. Libertad. Es más, seguramente mucha gente ni siquiera las vio terminadas antes de ir a votar. Y ni hablar de las luces de la Av. de Circunvalación y el edificio de calle Rivadavia donde próximamente va a funcionar la administración municipal. Se podrá decir, demagógicamente, que las obras están pensadas para cuatro años y ese plazo se cumple el diez de diciembre. Cuentos. Es lógica política pura. Si no se muestra lo que se es capaz de hacer, difícilmente habría otra vez. Claro, lo hecho fue mucho en muchos rubros. Con eso alcanzó. Pero pudo ser mejor.

El intendente brega incansablemente por una ciudad que genere trabajo y crecimiento. Desde el HCD, varias veces, se pusieron trabas y más trabas. Por eso, quizás, algo de la obra pública inconclusa pudo tener razón de ser en este ámbito. También es cierto, muchos son los comerciantes de Junín que hacen llegar las quejas sobre inacabables trabas burocráticas o de mínimos detalles técnicos a la hora de habilitar emprendimientos nuevos o ampliar los ya existentes. Da la sensación que la segunda línea de Obras Públicas funciona casi como una pequeña máquina de impedir. También afirman que bomberos, que debe certificar seguridad para habilitar según ley de la provincia, es “más papista que el Papa”.Todo lo contrario al espíritu de la gestión del intendente.

Acción social. Todo un tema. Probablemente nunca antes se haya destinado tanto presupuesto para atender las demandas de la gente. Sin embargo hay muchas quejas. No es que los recursos no lleguen a los que los necesitan. Llegan mal. Falta la sensibilidad social que es imprescindible en esa área. Los vecinos se lamentan no tanto de la falta de la ayuda material. Más bien dejan traslucir una especie de frustración en la asistencia. Sienten la dádiva, la limosna, no el apoyo. No es una cuestión de cuánto sino de cómo. Allí pareciera estar el centro neurálgico a modificar.

El tránsito es y será un caos. Todos somos culpables. Inspección general, así como está, no puede hacer más. Sólo se podrá paliar la crisis con una dirección mucho más férrea, con mucha personalidad, ejercida por alguien que no venga de la política, sin compromisos ni condicionamientos, que imprima firmeza y resolución al cuerpo. También más inspectores, con más penas y probablemente con algún registro de infractores para que, verificadas las reincidencias, se obre con el máximo rigor tolerado por la ley. Incluso con la remoción o retención del vehículo infractor y del registro de conductor en los casos de mayor gravedad o reincidencia. Algo hay que hacer. Y hacerlo urgente. Tanto en la circulación como en el estacionamiento. Junín está quedando chico para el parque automotor gigantesco que crece sin cesar. Y el hospital ya no alcanza para atender traumatizados. Quizás deba complementarse con un cambio de decisión en la aplicación de las sanciones por el tribunal de faltas. Deberá optar por aplicar las penas máximas, casi sin excepciones. Hoy es benévolo, tolerante, comprensivo. Está claro que no da resultados positivos. Todo debe ser completado con una muy fuerte campaña de educación y concientización. Nos tiene que hacer ver que el rigor “no es para mal de ninguno sino para bien de todos”, como reza José Hernández en su gigantesco “Martín Fierro”.

Seguridad será siempre un tema principal. Un funcionario comunal, con mucho sentido común, deberá ser el nexo entre la policía y la gente. Interpretar el reclamo de los vecinos y junto a las autoridades policiales instrumentar políticas activas para solucionarlos. Sólo la inclusión bajará el delito. No es tarea sencilla. Mientras tanto, desde el gobierno local habrá que trabajar mucho para proteger a los comerciantes, a los jubilados que viven o que quedan solos por muchas horas y a los vecinos en general.

El tema de mantenimiento de patrullas pareciera no acabar nunca. Los vehículos se rompen porque no son los más indicados, porque hacen entre trescientos y cuatrocientos kilómetros por día en condiciones extremas y porque , en muchos casos, son mantenidos desaprensivamente por los efectivos que los usan. Esto tiene solución. Se debiera, por ejemplo, en algún taller o galpón preparado al efecto, bajo la órbita de la municipalidad, establecer la estación de recambio de patrullas. Cada turno de partrulleros cambiaría en ese lugar sus tripulantes. Allí, en forma organizada por turnos de acuerdo a un cronograma, cada dupla dejaría el vehículo en manos de personal especialmente preparado. Una vez por día, ese personal se encargaría del control integral del vehículo, verificación de sus partes vitales y limpieza. En media hora, ese patrullero, verificado y aseado, estaría nuevamente en la calle. Si hubiera un desperfecto que exigiera reparación más importante, podría se reemplazado por una vehículo que debiera estar a tal efecto. ¿Es tan impracticable? Se ahorraría muchísimo dinero y se mantendría la dotación a pleno y en condiciones. Es cuestión de decisión y organización. No más que eso.
Mario Meoni, como nunca antes lo hiciera ningún intendente, se puso al frente de la seguridad. Está visto que todavía no alcanza. Deberá ser ésta otra de las áreas dónde el intendente deberá redoblar su esfuerzo en el nuevo período en que debe gobernar.

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