jueves, 17 de agosto de 2017

“La economía, estúpido”

La histórica frase de James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, se repite una y otra vez y se seguirá repitiendo. Una verdad que se comprueba  gestión tras gestión en todos los lugares del mundo,  pero que muchos de los que gobiernan parecen resistirse a aceptar. En Argentina no hay excepciones.

Es cierto que el gobierno de la viuda de Kirchner dejó un país sin rumbo,  sin proyecto, sin programa, sin norte; un país en el que el imperio del parche se realimentó día a día mientras se iba camino a la nada misma. Por fortuna  los tiempos se terminaron antes de la gran caída y es por eso y solo por eso que hay todavía un porcentaje más que interesante de adherentes que,  porque no tienen necesidad de entender de política económica,  nunca se enteraron ni se enterarán de lo cerca que estuvimos del abismo. Son ellos los que hoy le dan una cuota de sobrevida a la señora ex presidenta y a un grupo de sus cada vez menos seguidores, la mayoría cómplices del desquicio.

Este panorama le dio a Mauricio Macri un margen de tolerancia inusual que llega hoy a 18 meses de gobierno.  Aquello que  decíamos de los famosos “cien días de luna de miel”  para Macri ya son más de quinientos cuarenta y por ahora se siguen sumando.

Es cierto que el latrocinio fue gigantesco,  como nunca antes en la historia.  La corrupción fue tan grave y sistemática que terminó por hartar a la mayoría del electorado, casi siempre muy proclive a sostener a los  que “roban pero hacen” y aquello de la “viveza criolla” y muchas licencias más para ir al margen de la ley.  También el temor. El narcoestado creció tanto que hasta el papa Francisco mandó a hacer campaña en contra de la candidatura de Aníbal Fernández en las parroquias del conurbano.  Lo que quizás el jefe de la iglesia católica nunca pensó fue que esa militancia iba a contribuir a derrocar al cristinismo. Pero sucedió.

Ante esta serie de hechos que lo respaldan, el gobierno del Mauricio Macri levantó las banderas de la transparencia, denunció a las mafias sindicales,  propuso la libertad absoluta del poder judicial para avanzar sobre la corrupción y hasta se convenció de que ese nuevo paradigma de transparencia en la gestión lo inmuniza contra las críticas a los errores que comete y a las políticas que desarrolla.  Está claro que a la vieja frase de la campaña de Clinton no la ha tenido en cuenta.  Le puede ir mal 

Del gradualismo inicial a la ortodoxia cada vez más notoria
Dijimos y escribimos varias veces desde el principio de la gestión del PRO que,  si al ministro Prat Gay le iba mal,  las cosas podrían empeorar. Nadie duda que el espigado funcionario de hacienda tenía una visión moderada de la economía.  Gradualismo fue la consigna y el manejo, y más allá de algunos errores, sorprendió a quienes suponíamos una política liberal ortodoxa del macrismo desde el comienzo en el poder.

El personalismo de Alfonso Prat Gay operó en contra. Este gobierno no admite acciones personales. Los funcionarios no se miden por su eficiencia sino por su organicidad.  Prat Gay y Constantini,  para citar solo dos ejemplos claros, pagaron alto precio por sus actitudes personales y se tuvieron que ir. Prat Gay no tenía tanta claridad en sus logros,  Constantini sí.  Igual se tuvo que ir. Quizás la gestión en Aerolíneas no se ha visto modificada pese al cambio de conducción.  En economía sí. Y si bien hay una jefatura atomizada en hacienda, el timón fue virando claramente desde aquel gradualismo a la actual orientación muchísimo más ortodoxa que,  pese a que quiere disfrazarla de gradual,  lleva adelante Nicolás Dujovne. Y eso se ve, se siente y se sufre, especialmente en el segmento medio y bajo de la población.

Hoy la economía no tiene norte. La puja dólar, inflación y  tasa de interés ha redirigido la inversión a la bicicleta financiera y nadie piensa en invertir seriamente en producir en forma clara y contundente  La canciller alemana  Ángela Merkel fue diplomáticamente concluyente:  deberán invertir primero los argentinos para que el mundo vea que hay confianza real en el mercado productivo. Nada más lejos de lo que pasa en estos días..

El gobierno de Macri sigue pensando que los argentinos tienen mucho temor a la vuelta al libertinaje, la corrupción política y policial y al narcotráfico sin control,  el de la efedrina y las cocinas con paco remanente. Está tan convencido de que la gente quiere un cambio  que cree que con ese cambio alcanza. Mientras tanto la actividad económica no deja de caer desde hace 20 meses en las pymes, de las que según algunos datos, unas treinta mil habrían quedado en el camino. Las economías regionales no repuntan aplastadas por las grandes cadenas fijadoras de precios y valores, la exportación  se ve reducida porque el dólar está planchado,  aun cuando en las últimas horas empieza a despertarse y hay que ver por cuánto tiempo,  y cada día son muchas más las noticias de empleados que quedan en la calle que de empresas que tomen nuevos.  Ya no se tiene esperanza de encontrar trabajo y es cada vez mayor el miedo a perderlo por parte de aquellos que lo tienen.


El gobierno de Mauricio Macri cree que la firmeza y claridad con que María Eugenia Vidal está manejando la devastada provincia de Buenos Aires y el temor a los viejos males le va a alcanzar para ganar en la provincia y con ello asegurarse la elección. Pero hay una realidad que parece no aceptar; cada vez son mayores las dificultades de la gente para llegar a fin de mes y lo que es peor,  cada vez es más la gente que se queda afuera del sistema; excluida, cada vez menos tolerante, más enojada, Y no hay misterio, ese mal humor que se puede traducir en votos anti PRO en las urnas  tiene una sola explicación: “La economía,  estúpido”.

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