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Julio César Cleto Cobos en el gran encuentro de los radicales "K" en Junín el año pasado. Muy lejos estaba el vicepresidente de la Nación de suponer el durísimo trance que un día, en la madrugada del 18 de Julio de 2008, debía enfrentar.
El dilema del mal menor
Escribe:
Rubén Darío Gandulfo
Van pasando las horas y uno puede reflexionar sobre los hechos de una manera mucho más racional, desapasionada, desprovista de la mayor subjetividad posible. Es el tiempo que tenemos los que podemos opinar después. Es el tiempo que no tuvo el vicepresidente de la nación, Julio Cobos, Cleto, por su tercer nombre, como lo llaman ahora irónicamente los kirchneristas puros. Como si fuera peyorativo. El ex gobernador mendocino debió resolver sobre la marcha, ante presiones inimaginables, este dilema que planteo y que no estoy seguro cuándo podremos decir a ciencia cierta sobre su dilucidación. Quizás dentro de mucho tiempo.
No es casualidad, es más, creo que fue una gran premonición, la frase del vicepresidente cuando dijo “que la historia me juzgue… pido perdón si me equivoco” Era imposible asegurarlo entonces, es muy difícil definirlo hoy, casi tres días después. Seguramente será la historia, una vez que evalúe todo lo que pase de aquí en más, la única que estará seriamente en condiciones de dar una sentencia categórica e inapelable.
En la jornada más difícil de su historia, en la noche que jamás habrá soñado vivir, en el momento político más dramático de su vida, Julio César Cleto Cobos tuvo que resolver un dilema: Votar por el SÍ o por el NO. Blanco o negro. ¿La vida o la muerte política?
También será una cuestión de historia. Lo peor es que si es la muerte política su futuro, nada nunca le va a garantizar que votar en contrario le hubiera asegurado el éxito y la supervivencia. Porque por estas horas uno tiene la sensación que era hombre muerto de uno u otra manera. El destino lo había condenado. Y si él lo sintió así, eligió una manera de morir. Pero es posible que haya elegido vivir y haya acertado. Será sentencia de la historia.
El Vicepresidente de la Nación es el Presidente del Senado. Es el hombre que representa al presidente en la cámara alta. Es la voz del ejecutivo nacional. Esta vez, Julio Cobos representaba a Cristina Fernández de Kirchner, primera mandataria. Siendo su representante, la voz de la presidenta en el senado, debió votar SI. Es lo que ella hubiera votado. Votar NO era poner en serios aprietos la institucionalidad; era partir al medio el ejecutivo nacional, nada menos.
También es cierto, llegó allí por los votos de millones de argentinos que ahora le pedían que votara NO. Ciudadanos de todas las provincias que, en gran mayoría, pedían el fin de las retenciones móviles. Seguramente casi todos sabían muy poco o nada por qué, pero pedían el final de la Resolución 125. Los motivos deberán ser estudiados detenidamente. No son para nada claros. Pero querían el voto por NO. De lo contrario, los productores volverían a los caminos, la policía y la gendarmería no sabrían como no supieron antes poner orden y el caos social podría ser total. Con odios, rencores y violencia, distintos sectores de la sociedad podrían enfrentarse con un final impredecible. O no. Aquí ni siquiera lo sabrá la historia, porque el voto por el NO sólo deja una puerta abierta para espiar el futuro: La institucional. Aquí sí podremos, con el tiempo, saber como será.
Ante este dilema casi existencial, un solo hombre, con su familia, con unos pocos amigos y compañeros de ideología respaldándolo y terribles presiones parecidas a agresiones presionándolo para que renunciara o votara por el SI. Sólo los llamados a Daniel Katz, el presidente del bloque de diputados "K", que ya había votado en negativa en su momento, Alfredo Cornejo, el intendente de Godoy Cruz en Mendoza y Mario Meoni, el Intendente de Junín eran el soporte que el vicepresidente tenía. Y su familia. Todos los demás, en frente. Con gestos y gritos que, seguramente, al más pintado, se le hubieran antojado feroces. Pampuro, Pichetto, Alberto Fernández y muchos más lo perseguían, hostigaban, le imploraban el voto por el SI. Era un dilema sin salida.
Y votó NO. Dijo a su paso por Junín que porque era su convicción, por la pacificación nacional, porque fue lo que creyó que debía hacer. Con su voto le dio un gran puntapié a los incrédulos. Fue un muy duro golpe a los eternos detractores de la política. Fue un NO contra el poder casi omnipotente de los Kirchners, contra la tan denostada chequera de estos tiempos, contra los pronósticos de todos aquellos que siempre dijeron que en la “sucia política todo está arreglado” o que “entre bueyes no hay corneada” y muchas cosas más.
“Que la historia me juzgue… pido perdón si me equivoco”. Sensato, nunca más justo. Hoy por hoy es muy difícil saber, imposible diría yo, si fue mejor haber votado lo que pedían millones de personas o debía haberlo hecho en nombre y mandato de la institucionalidad que su cargo de vicepresidente debía defender. La historia lo va juzgar señor vicepresidente, no tenga dudas. Claro, con todo el tiempo para reflexionar y comprobar que usted no tuvo a la hora de resolver el más difícil dilema político que seguramente deberá enfrentar en su vida.
Van pasando las horas y uno puede reflexionar sobre los hechos de una manera mucho más racional, desapasionada, desprovista de la mayor subjetividad posible. Es el tiempo que tenemos los que podemos opinar después. Es el tiempo que no tuvo el vicepresidente de la nación, Julio Cobos, Cleto, por su tercer nombre, como lo llaman ahora irónicamente los kirchneristas puros. Como si fuera peyorativo. El ex gobernador mendocino debió resolver sobre la marcha, ante presiones inimaginables, este dilema que planteo y que no estoy seguro cuándo podremos decir a ciencia cierta sobre su dilucidación. Quizás dentro de mucho tiempo.
No es casualidad, es más, creo que fue una gran premonición, la frase del vicepresidente cuando dijo “que la historia me juzgue… pido perdón si me equivoco” Era imposible asegurarlo entonces, es muy difícil definirlo hoy, casi tres días después. Seguramente será la historia, una vez que evalúe todo lo que pase de aquí en más, la única que estará seriamente en condiciones de dar una sentencia categórica e inapelable.
En la jornada más difícil de su historia, en la noche que jamás habrá soñado vivir, en el momento político más dramático de su vida, Julio César Cleto Cobos tuvo que resolver un dilema: Votar por el SÍ o por el NO. Blanco o negro. ¿La vida o la muerte política?
También será una cuestión de historia. Lo peor es que si es la muerte política su futuro, nada nunca le va a garantizar que votar en contrario le hubiera asegurado el éxito y la supervivencia. Porque por estas horas uno tiene la sensación que era hombre muerto de uno u otra manera. El destino lo había condenado. Y si él lo sintió así, eligió una manera de morir. Pero es posible que haya elegido vivir y haya acertado. Será sentencia de la historia.
El Vicepresidente de la Nación es el Presidente del Senado. Es el hombre que representa al presidente en la cámara alta. Es la voz del ejecutivo nacional. Esta vez, Julio Cobos representaba a Cristina Fernández de Kirchner, primera mandataria. Siendo su representante, la voz de la presidenta en el senado, debió votar SI. Es lo que ella hubiera votado. Votar NO era poner en serios aprietos la institucionalidad; era partir al medio el ejecutivo nacional, nada menos.
También es cierto, llegó allí por los votos de millones de argentinos que ahora le pedían que votara NO. Ciudadanos de todas las provincias que, en gran mayoría, pedían el fin de las retenciones móviles. Seguramente casi todos sabían muy poco o nada por qué, pero pedían el final de la Resolución 125. Los motivos deberán ser estudiados detenidamente. No son para nada claros. Pero querían el voto por NO. De lo contrario, los productores volverían a los caminos, la policía y la gendarmería no sabrían como no supieron antes poner orden y el caos social podría ser total. Con odios, rencores y violencia, distintos sectores de la sociedad podrían enfrentarse con un final impredecible. O no. Aquí ni siquiera lo sabrá la historia, porque el voto por el NO sólo deja una puerta abierta para espiar el futuro: La institucional. Aquí sí podremos, con el tiempo, saber como será.
Ante este dilema casi existencial, un solo hombre, con su familia, con unos pocos amigos y compañeros de ideología respaldándolo y terribles presiones parecidas a agresiones presionándolo para que renunciara o votara por el SI. Sólo los llamados a Daniel Katz, el presidente del bloque de diputados "K", que ya había votado en negativa en su momento, Alfredo Cornejo, el intendente de Godoy Cruz en Mendoza y Mario Meoni, el Intendente de Junín eran el soporte que el vicepresidente tenía. Y su familia. Todos los demás, en frente. Con gestos y gritos que, seguramente, al más pintado, se le hubieran antojado feroces. Pampuro, Pichetto, Alberto Fernández y muchos más lo perseguían, hostigaban, le imploraban el voto por el SI. Era un dilema sin salida.
Y votó NO. Dijo a su paso por Junín que porque era su convicción, por la pacificación nacional, porque fue lo que creyó que debía hacer. Con su voto le dio un gran puntapié a los incrédulos. Fue un muy duro golpe a los eternos detractores de la política. Fue un NO contra el poder casi omnipotente de los Kirchners, contra la tan denostada chequera de estos tiempos, contra los pronósticos de todos aquellos que siempre dijeron que en la “sucia política todo está arreglado” o que “entre bueyes no hay corneada” y muchas cosas más.
“Que la historia me juzgue… pido perdón si me equivoco”. Sensato, nunca más justo. Hoy por hoy es muy difícil saber, imposible diría yo, si fue mejor haber votado lo que pedían millones de personas o debía haberlo hecho en nombre y mandato de la institucionalidad que su cargo de vicepresidente debía defender. La historia lo va juzgar señor vicepresidente, no tenga dudas. Claro, con todo el tiempo para reflexionar y comprobar que usted no tuvo a la hora de resolver el más difícil dilema político que seguramente deberá enfrentar en su vida.
3 comentarios:
La verdad, con Cleto no haría ningún tipo de trato, ni personal ni político. No es confiable. Traicionó a su partido y traicionó a sus circunstanciales aliados a quienes hizo creer(porque evidentemente no era cierto) que compartía una visión política de la Argentina. ¿Tendrá que ver con apetencias personales esta doble defección o debemos creer que es un dictado de su honorable conciencia?
Resulta poco creíble la pretensión de convertir súbitamente en héroe a un personaje timorato y volátil.
Aunque su voto positivo no resolviera el problema, la lealtad es un valor irrenunciable.
La historia ya lo juzgó.
Heráclito de Junín
No coincido. Su voto salvó al país. Si hubiera sido positivo habría desatado un pandemonium. Hubiera sido un camino hacia el caos nacional. ¿Que traicionó a su partido? La UCR actual es una nido de ratas. No aliarse fue el camino correcto para salvar lo poco que queda del partido. La historia lo juzgará. Usted lo juzga hoy y está en su derecho pero corre mucho riesgo de equivocarse. El tiempo (la historia) es el que dirá la verdad
Estuvimos en medio del caos sólo porque hay muchos fundamentalistas sueltos como anónimo que no quiere ver que la Cris nos lleva al infierno!!!!
Paz, trabajo, concordia, sumar esfuerzos!!!
¡¡¡Basta de las peleas de los K!!!
Todavía siguen buscando con quien pelearse!!!! ¿No les alcanzó con todo este quilombo?
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