martes, 29 de julio de 2008

CULTURA e incultura urbana









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Arq. Agustín Carlos Pinedo

La cultura urbana suele ir acompañada, en mayor o menor grado de incultura urbana. Cada cultura urbana tiene su escala de valores sobre el modo de vivir la ciudad, desde un alto grado de conciencia hasta los mayores extremos de la insensibilidad e indeferencia.

Lo que en un centro urbano es la característica de un modo de vida – desechos, escombros, papeles y envases en calles y aceras, leyendas pintadas en fachadas, pasacalles, afiches sobre vidrieras de comercios transitoriamente cerrados, sobre columnas de alumbrado - en otro lugar es un atentado a la convivencia, un signo de atrofia cívica, un vandalismo sin atenuantes que despierta la preocupación de la comunidad

Las pegatinas indiscriminadas de afiches, los innumerables aditamentos que se adhieren a las fachadas, carteles, cables, tensores, con su contaminación visual y el menosprecio absoluto por la estética de los edificios.

Los pasacalles que destruyen la identidad y escala de las calles
El uso irrestricto de altoparlantes fijos o móviles en la vía pública para el reclame comercial, ejemplo de un fenómeno múltiple de enfermedad social por la agresión acústica infligida impunemente al público en general y la pasividad con que el público acepta masoquísticamente la agresión.

Estos ejemplos, son suficientemente ilustrativos de la falta de solidaridad que lamentablemente caracteriza nuestra vida urbana. Un extremo individualismo lleva desde la indiferencia hasta el desprecio por la cosa pública. Competitividad e indiferencia son las características urbanas, que se imponen en detrimento de la cooperación

La palabra degradación tiene como marco de referencia un valor moral. La degradación puede suponer el deterioro físico como ingrediente, pero no de manera necesaria. Por ello la degradación se entiende como una desnaturalización de lo
propio y característico de algo, de su esencia, de su categoría, del lugar jerárquico que le corresponde.

El deterioro físico no es de por si sancionable en el orden ético. Pero la negligencia que condujo a ese estado de cosas si lo es, como también lo es la enervación de todo procedimiento que pueda repararlo.

Nuestras ciudades son creaciones colectivas que expresan a nuestra cultura. Creaciones colectivas, de aportes individuales, en la que una generación va transmitiendo a la otra todos sus logros y sus fracasos. Los fracasos más hirientes no son tanto los esfuerzos que no alcanzaron sus propósitos, sino los que emanan de esfuerzos que corrompen, destruyen total o parcialmente los logros ajenos

Cuales son las causas para que se comenten los pequeños y grandes atropellos, los cotidianos asesinatos y suicidios. Pueden ser múltiples pero sin temor a equivocarnos podemos enumerar dos, primero la anomia que caracteriza a nuestra sociedad que no respeta las mínimas reglamentaciones sobre el uso del espacio publico y segundo que no hay en nuestro quehacer social o colectivo la debida complementación entre deberes y derechos. En efecto el uso del derecho de propiedad que autoriza a crear una obra para uso propio sin otras limitaciones que las que surgen de las reglamentaciones habituales y vigentes, no garantizan el justo compromiso. – que es moralmente tácito pero que aun no esta suficientemente definido en nuestras legislaciones – de respetar el entorno sociocultural en que se introduce, creando deberes y obligaciones por el solo hecho de irrumpir en la esfera pública, en el dominio público.

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