jueves, 11 de octubre de 2007

CORREO DE LECTORES



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Por Ivo "Petete" Chávez desde Formosa


" Ramal que para, ramal que se cierra"
Tremenda frase de una década infame en la que se decidió terminar con el ferrocarril.
Es que detrás de un déficit que por aquel tiempo se decía era insoportable para la Nación, se venía gestando el gran negocio del transporte por carretera como casi única posibilidad.
Los ferrocarriles Argentinos fueron cerrados, desguazados y puestos en manos privadas, para explotar su lado más rentable, los trenes del conurbano y de la Capital Federal.
Mientras el mundo redescubría el ferrocarril como medio de transporte, nosotros nos dábamos el lujo de prescindir de él.
Recuerdo que nos vendieron que entregando a manos privadas lo que el estado no sabía o no podía manejar, íbamos a tener un ferrocarril moderno.
Hubo gente que se resistió. JUNÍN luchó por tener su tren diario y lo consiguió con el apoyo de la provincia pero con un servicio de baja calidad, con innumerables problemas, que lo convirtieron, muchas veces, en un viaje a los desconocido.
Mientras tanto las rutas se poblaron de colectivos y camiones muy modernos pero también peligrosos, que debido a la gran congestión de tránsito se tornan en potentes armas de destrucción debido a los permanentes y graves accidentes que se producen y que vemos a diario.
Ni qué hablar de la suba de los costos en el transporte de la mercadería y los pasajeros, lo que motiva que el mismo debe estar subsidiado para evitar aumentos que igualmente se producen generando una inflación que con esos subsididos se quiere parar.
Estamos atados a los costos del transporte por carretera y esto es grave.
Y por otro lado, querer reflotar el ferrocarril en estos momentos, cuando nos damos cuenta del
tremendo error cometido es algo muy difícil porque se necesita una importante inversión dado el estado obsoleto y de abandono del parque de locomotoras y vagones con que cuenta en este momento el país.
El grave problema evidenciado por la furia, hace un tiempo, en la estación Constitución, es producto del cansancio y la desesperanza de los usuarios que día a día recorren un camino insoportable.
Las inversiones no estuvieron en su momento. El parque ha seguido usándose y se ha degradado
Las máquinas se rompen continuamente. El estado de las vías es calamitoso.
Si bien es correcto quitarle la concesión a tan ineficiente empresariado, el gobierno en lo inmediato no podrá, sin invertir, mejorar el servicio, el cual en poco tiempo a duplicado el número de usuarios y se torna necesario aumentar las frecuencias y la capacidad de los trenes lo que significa, literalmente hablando, inversión en máquinas, vagones y reparación de estaciones.


NEIQUE CHAMIGO

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