Escribe: Ivo "Petete" Chaves
“Ramal que para, ramal que se cierra"
Tremenda frase de una década infame en la que se decidió terminar con el ferrocarril.
Es que detrás de un déficit que por aquel tiempo se decía era insoportable para la Nación, se venia gestando el gran negocio del transporte por carretera como casi única posibilidad.
Los ferrocarriles argentinos fueron cerrados, desguasados y puestos en manos privadas para explotar su lado más rentable: los trenes del conurbano y de la Capital Federal.
Mientras el Mundo redescubría el ferrocarril como medio de transporte nosotros nos dábamos el lujo de prescindir de él.
Recuerdo que nos vendieron que entregando a manos privadas lo que el estado no sabia o no podía manejar íbamos a tener un ferrocarril moderno.
Hubo gente que se resistió. JUNIN luchó por tener su tren diario y lo consiguió con el apoyo de la provincia pero con un servicio de baja calidad, con innumerables problemas, que lo convirtió muchas veces en un viaje a lo desconocido.
Mientras tanto las rutas se poblaron de colectivos y camiones muy modernos pero también peligrosos. Debido a la gran congestión de tránsito se tornan en potentes armas de destrucción debido a los permanentes y graves accidentes que protagonizan a diario.
Ni qué hablar de la suba de los costos en el transporte de la mercadería y los pasajeros, que motiva que el mismo debe ser subsidiado para evitar los aumentos que igualmente se producen generando la inflación que con esos subsidios se quiere parar.
Estamos atados a los costos del transporte por carretera y esto es grave.
Por el otro lado, querer reflotar el ferrocarril en estos momentos, cuando nos damos cuenta del tremendo error cometido, es algo muy difícil. Se necesita una muy importante inversión dado el estado obsoleto y de abandono del parque de locomotoras y vagones con que cuenta en este momento el país.
El grave problema evidenciado por la furia días atrás en la estación Constitución es producto del cansancio y la desesperanza de los usuarios que DIA a DIA recorren un camino insoportable.
Las inversiones no estuvieron en su momento. El parque ha seguido usándose y se ha degradado. Las máquinas se rompen continuamente. El estado de las vías es calamitoso.
Si, está bien quitarle la concesión a tan ineficiente empresariado pero el gobierno, en lo inmediato, no podrá, sin invertir, mejorar el servicio que en poco tiempo ha duplicado el número de usuarios. Se torna necesario aumentar las frecuencias y la capacidad de los trenes lo que significa, literalmente hablando, inversión en maquinas, vagones y reparación de estaciones.
NEIQUE CHAMIGO
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