martes, 2 de julio de 2019

Acuerdo Mercosur-UE y la obligación de madurar


Argentina ante la oportunidad de tomar conciencia de la realidad y decidirse a crecer o seguir condenada a continuar perdiendo el futuro



No hay dudas de que el acuerdo que buscaron todos los gobiernos por veinte años y que finalmente se logró concretar en la gestión actual siempre es beneficioso, sean cuales fueren las críticas que desde los distintos intereses particulares se realizan cada vez con más vehemencia.

Los tratados de libre comercio que ya hace muchos años lograron en forma individual Chile o México, por ejemplo, les ha permitido crecer, desarrollarse.  Seguramente nada es simple ni fácil  ni automático. Hará falta una serie de medidas graduales para que  con el devenir de los años se vayan sumando esas ventajas y los logros que ellas faciliten.   Así les sucedió y les sigue sucediendo a nuestros vecinos del continente que, con mucha madurez, se adelantaron a los acontecimientos desprendiéndose de los prejuicios y poniéndose a trabajar en función de los verdaderos intereses nacionales de cada uno.

Para ello debieron llegar a un gran acuerdo nacional en el que primó buscar puntos de contactos y formas de alcanzarlos  que nunca más fueran discutidos. Eso es madurez, adultez como país, de sus dirigentes y de sus ciudadanos. Y está claro que ese es nuestro gran desafío a superar

El gran acuerdo no solo va a necesitar de concordador con las leyes que aseguren  la reforma tributaria, la reforma laboral, la reforma previsional,  la alimentación universal asegurada a los niños menores de tres años, la educación con la inclusión de doble jornada hasta con la alimentación asegurada y la salud integral;  también deberá ser la madurez de aceptar que hay que crecer y madurar en el ámbito empresario, en las formas y rubros de producción. 

El Rey de la Soja, Gustavo Grobocopatel,  ya dijo algo que causó escozor pero que es una realidad que se deberá enfrentar sin anestesia: “Hay que permitir que algunos sectores desaparezcan” dijo para no ser más crudo aún al querer expresar que  habrá que aceptar que hay sectores que son tan ineficientes e improductivos, sin ninguna viabilidad a futuro, tanto que seguramente deberán dejar ser explotados. La cuestión pasa por que los empresarios de esos rubros adviertan sus realidades terminales y decidan reconvertirse en sus modelos de producción o directamente reubicarse en otros rubros para poder seguir adelante,  o no seguir produciendo en lo que no se pueda competir. Ese modelo, lejos de ser perverso, es el que va a ayudar a crecer a todos y cada uno de los que hoy se encuentren estancados y por añadidura a su personal y al país. Para esto no hay dudas de que hará falta crecer, tomar conciencia de la realidad, dejar de buscar la eterna protección de un Estado que ya no puede proteger a nadie más que a los absolutamente marginados y con imposibilidades probadas de poder reincorporarse a la vida activa. Salvo aquellas personas que estos años de decadencia han dejado en la marginalidad más absoluta,  los enfermos, los adultos mayores o los niños hasta la edad pre escolar, los ciudadanos de un país que quiere ser serio y crecer deberán crecer con él, desarrollarse y superarse. De no ser así, van a quedar totalmente fuera de carrera.

La madurez deberá ser integral. Para salir del paraguas protector desflecado que ya no puede proteger con eficiencia a nadie, los empresarios deberán ponerse los pantalones largos y con ellos el sindicalismo, la justicia y la política. Se está frente a una gran oportunidad de “llegar a la secundaria con muchas posibilidades de,  un día, ingresar a la universidad, o quedarse definitivamente repitiendo la primaria.

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