Argentina
ante la oportunidad de tomar conciencia de la realidad y decidirse a crecer o
seguir condenada a continuar perdiendo el futuro
No hay dudas de que el acuerdo que buscaron todos los
gobiernos por veinte años y que finalmente se logró concretar en la gestión
actual siempre es beneficioso, sean cuales fueren las críticas que desde los distintos
intereses particulares se realizan cada vez con más vehemencia.
Los tratados de libre comercio que ya hace muchos años
lograron en forma individual Chile o México, por ejemplo, les ha permitido
crecer, desarrollarse. Seguramente nada
es simple ni fácil ni automático. Hará
falta una serie de medidas graduales para que con el devenir de los años se vayan sumando
esas ventajas y los logros que ellas faciliten. Así les sucedió y les sigue sucediendo a
nuestros vecinos del continente que, con mucha madurez, se adelantaron a los acontecimientos
desprendiéndose de los prejuicios y poniéndose a trabajar en función de los
verdaderos intereses nacionales de cada uno.
Para ello debieron llegar a un gran acuerdo nacional en
el que primó buscar puntos de contactos y formas de alcanzarlos que nunca más fueran discutidos. Eso es
madurez, adultez como país, de sus dirigentes y de sus ciudadanos. Y está claro
que ese es nuestro gran desafío a superar
El gran acuerdo no solo va a necesitar de concordador con
las leyes que aseguren la reforma
tributaria, la reforma laboral, la reforma previsional, la alimentación universal asegurada a los
niños menores de tres años, la educación con la inclusión de doble jornada
hasta con la alimentación asegurada y la salud integral; también deberá ser la madurez de aceptar que
hay que crecer y madurar en el ámbito empresario, en las formas y rubros de
producción.
El Rey de la Soja, Gustavo Grobocopatel, ya dijo algo que causó escozor pero que es una
realidad que se deberá enfrentar sin anestesia: “Hay que permitir que algunos
sectores desaparezcan” dijo para no ser más crudo aún al querer expresar
que habrá que aceptar que hay sectores
que son tan ineficientes e improductivos, sin ninguna viabilidad a futuro,
tanto que seguramente deberán dejar ser explotados. La cuestión pasa por que
los empresarios de esos rubros adviertan sus realidades terminales y decidan
reconvertirse en sus modelos de producción o directamente reubicarse en otros
rubros para poder seguir adelante, o no seguir
produciendo en lo que no se pueda competir. Ese modelo, lejos de ser perverso,
es el que va a ayudar a crecer a todos y cada uno de los que hoy se encuentren
estancados y por añadidura a su personal y al país. Para esto no hay dudas de
que hará falta crecer, tomar conciencia de la realidad, dejar de buscar la
eterna protección de un Estado que ya no puede proteger a nadie más que a los
absolutamente marginados y con imposibilidades probadas de poder reincorporarse
a la vida activa. Salvo aquellas personas que estos años de decadencia han
dejado en la marginalidad más absoluta,
los enfermos, los adultos mayores o los niños hasta la edad pre escolar,
los ciudadanos de un país que quiere ser serio y crecer deberán crecer con él,
desarrollarse y superarse. De no ser así, van a quedar totalmente fuera de
carrera.
La madurez deberá ser integral. Para salir del paraguas
protector desflecado que ya no puede proteger con eficiencia a nadie, los
empresarios deberán ponerse los pantalones largos y con ellos el sindicalismo,
la justicia y la política. Se está frente a una gran oportunidad de “llegar a
la secundaria con muchas posibilidades de,
un día, ingresar a la universidad, o quedarse definitivamente repitiendo
la primaria.
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