Macri, Cristina y la ancha avenida del medio. Tres
opciones, ninguna propuesta razonable, ninguna
certeza y ni siquiera una moneda de tres caras para poder lanzar al aire
A menos de tres meses de las Paso 2019 el escenario
electoral tiene muchas más dudas que certezas. Pero no sólo porque todavía se
duda de la existencia real de candidatos, sino porque es muy poco probable intuir para dónde irá
cada uno de los que finalmente se puedan presentar como tales.
Nadie está seguro de que Macri sea realmente el candidato de Cambiemos aun cuando ya se lo ha
ratificado una y mil veces. Muchos
actores muy cercanos al gobierno siguen pidiendo un plan V o plan H. Macri dice que él es candidato a presidente, Vidal y Rodríguez Larreta juran que el candidato
de Cambiemos es Mauricio Macri. Los
radicales, con Cornejo a la cabeza lo
ponen en duda, los empresarios pide un plan
V. Algunos dicen que desde el FMI también
piden algo así. Por ahora es Macri pero…
Cristina se lanzó o al menos es lo que todos dicen;
todos menos ella. Incluso cuando se presentó sorpresivamente en el PJ
bonaerense junto a todos los que odió y la odiaron durante mucho tiempo, muy
lejos estuvo de mostrarse candidata; todo lo contrario, hasta se permitió hablar de apostar a la unidad del
peronismo desde afuera de la candidatura.
El “peronismo federal”,
“no k”, “razonable” o como lo
quieran llamar sigue sin definirse.
Varios quieren ser candidatos, muchos lo proclaman, ninguno lo
define o mejor dicho, tiene el peso como
para hacerlo. Lavagna tiene las mejores notas pero Massa tiene los mayores números. Urtubey quiere ser pero está lejos y el Gringo cordobés, ganador indiscutido, ya dijo que no quiere ser el “macho alfa” con
lo cual las esperanzas de Pichetto de que llegara con todo el poder como para
ordenar a la fracción se desdibujaron muy rápidamente. En esto las horas son
cruciales, los días son una eternidad. Ya se acallan los sonidos imponentes de la victoria peronista en Córdoba
sin que ni Schiaretti ni ese “peronismo de gobernadores” que él parecía que
iba encabezar pudiera ordenarse como era esperado por casi todos.
El resto no existe. Stolbizer, o los socialistas de Santa
Fe, la izquierda en todas sus variantes
son apenas una opción de acompañamiento y nada más. Las cartas las juegan claramente
tres sectores, ninguno definido o sin ganas de mostrar sus jugadas antes de la
fecha de cierre de presentación de candidatos, menos de un mes para adelante.
Hasta acá la política.
El
electorado, entre desentendido, desilusionado y expectante
Este escenario es observado por algo más de treinta
cuatro millones de potenciales electores de diversas formas. Están lo que, hartos de la política, no van a ir a votar o
lo harán directamente en blanco; los fanáticos
K que votarán a Cristina o a quien ella diga que haya que votar sin importarles
nada de nada. Igualmente en el caso del
oficialismo, cuyos seguidores votarán a
Macri o quien se designe en el espacio de gobierno más allá de los errores o
aciertos que ni siquiera se van a ocupar en verificar. Pero la mayoría, que
estará compuesta por los que dudan, por
ahora, al menos hasta que no queden totalmente definidas las candidaturas, se
encuentra en la disyuntiva de volver al pasado con Cristina o quien ella
elija, seguir con Macri y sus aciertos y
errores en medio de una agudísima crisis económica, o la tercera opción de la
tan promocionada “ancha avenida del medio” que aún hoy ni siquiera se puede
vislumbrar a quien tendrá como candidato o si lo tendrá o no. Es el elector más
confundido y contrariado. Frente a sí tiene distintos dilemas casi
existenciales.
Cristina Fernández o Cristina Kirchner. Ese elector independiente tiene frente a si una realidad
que lo abruma. La enorme pila de pruebas ante los gravísimos cargos por corrupción que pesan sobre el Kirchnerismo lo alejan de la posibilidad de
pensar en que Cristina dejará de ser la Fernández que llevó al país al borde
del abismo para ser lo que el Kirchnerismo fue en sus comienzos, donde todo fue color de rosa. Ese elector sabe perfectamente que ya la soja
no está por las nubes, que los efectos de la devaluación de Macri no son ni por
asomo las bondades de aquella mega devaluación de Duhalde y que ahora no hay
plata, la energía está apenas intentando reorganizarse y que aquel modelo
populista solo tiene opción con los fondos que no hay o peor aún, que ahora se
deben.
Ese elector independiente sabe que Mauricio Macri no le ha
encontrado el agujero al mate de la economía, que no pudo poner en marcha al país
y que difícilmente lo pueda hacer aún en un próximo mandato simplemente porque
hay variables económicas en este país que no se arreglan con voluntarismo sino
con decisiones de fondo y que esas decisiones se toman con leyes que el
macrismo difícilmente pueda sacar por tener decididamente minoría en ambas cámaras.
Si ni Cristina ni Macri son garantía, tampoco lo es la “ancha avenida del medio”, o el “peronismo federal” o “razonable” o “no
K” simplemente porque no se sabe quién lo va a liderar, con que sustento ni con
qué equipo de gobierno.
La tremenda disyuntiva del elector independiente está en
que ninguno de los probables candidatos ha dicho nada sobre cómo hará para poner
el marcha un país que hace ya 12 años que no arranca, porque hay que recordar
que 2007 fue el último año de crecimiento real de la Argentina.
Cristina no lo hizo durante sus dos mandatos, uno con la
ayuda de su esposo, que lo había podido
hacer por el gran viento de cola del que gozó en todo su período y el otro con
una caída estrepitosa de todas las variables que la llevaron a poner a la
Argentina al borde del abismo.
Macri no lo hizo porque no aprovechó nada de lo mucho
bueno que tuvo a su disposición en los primero dos años de mandato, cuando tenía ayuda de los opositores y que difícilmente
lo pueda hacer con todo el arco opositor en contra. Peor aún, hay que recordar que, de ganar, Macri lo haría sí o sí en el ballotage, habiendo perdido por poco la elección de
octubre. Eso es muy grave porque allí es donde se eligen a los legisladores. En un
nuevo mandato Macri tendría las cámaras mucho más en contra que como están
hoy. Y todos saben que para sacar este
país adelante hacen falta las leyes que nadie quiere sancionar y por lo tanto, mucho
menos las sancionarán legisladores opositores al ejecutivo.
Cómo
soltar lastre y retomar vuelo, el gran desafío, posible pero doloroso
Estamos inmersos en un esquema condenado al fracaso. La solución
es empezar a hacer lo que hicieron todos
los vecinos desde hace ya más de una década y en algunos casos dos. Suena
abochornante para la soberbia, el ego de la argentinidad que “bolitas”, “paraguas”,
“chilotes” o “perucas” como despectivamente
han llamado muchos a los vecinos pobres de entonces, hoy hayan resuelto claramente el problema que
nos aqueja desde hace muchos años y estén muy por encima de nosotros, los genios, los poderosos, los ricos de América
latina. Una grosería, una falacia, desde ya,
pero así lo vieron muchos por mucho tiempo. Y nuestros vecinos lo
hicieron como lo hace “doña Rosa”, como decía Bernardo Neustadt, en la economía de su casa: gastando sólo lo que
podían gastar y produciendo cada vez un poco más para poder crecer. Simple, un
abc solo no comprendido por los eternos soñadores populistas de nuestro bendito
país que quieren que haya derechos, muchos derechos, todos los que les fueron regalados irresponsablemente
y por supuesto muy pocas o ninguna obligación bajo la absurda consigna de que
el Estado debe resolverle el problema a la gente sin entender que la realidad
es que ese Estado debe crear las condiciones para que la gente resuelva sus
problemas, crezca y se desarrolle. Simple,
tan simple como la familia opera con sus hijos todos los días del año,
todos los años. Claro, si quiere que sus hijos crezcan, se hagan grandes, libres e independientes. Ahora, cuando se quiere tener a los hijos bajo los pies toda la vida se
estimula el ocio, la inacción, la dependencia de mamá y papá, nunca serán libres e
independientes.
El dilema es cómo se logra empezar a poner los puntos
sobre las íes. Y no es de otra forma que con leyes que produzcan un nuevo ordenamiento
general en el que se priorice el trabajo, el estudio, la generación de riquezas;
en el que haya derechos y obligaciones o mejor al revés, obligaciones y
derechos. Leyes en las que se garanticen las libertades individuales pero se
estipulen las obligaciones que supone tener acceso a los derechos. Y ese es el
gran meollo de la cuestión. ¿Quién le pone el cascabel al gato o, en
verdad, quien toma la decisión y corre
con todo el costo político de hacerlo? ¿Está en el macrismo pese a que no lo hizo hasta ahora? ¿Le darían los
legisladores peronistas las leyes que pongan fin a tantos “derechos adquiridos”
a un gobierno no peronista? O peor aún, ¿podría un gobierno peronista hacerlo?
Sabemos que los peronistas pueden hacer todo. No nos olvidemos
que firmaron y aplaudieron de pie el cierre de los ferrocarriles y la venta de
las empresas del Estado sin ponerse colorados de la misma forma que
nacionalizaron todo compulsivamente aplaudiendo a rabiar con el mismo
entusiasmo con el que antes había aprobado lo contrario. Pero no es lo mismo
revisar las leyes previsionales, achicar
el Estado tanto en la Nación como en provincias y municipios como herramienta única e indispensable para gastar menos y poder
achicar los gravísimos impuestos con que se castiga a la producción
nacional, las exportaciones o los salarios
bajos. Porque convengamos que si bien el salario no es ganancia en el exacto sentido
del término, resulta claramente razonable
desde el punto de vista solidario y así sucede en casi todas partes del mundo que un salario de más de cien mil
pesos al día de hoy, sólo por poner una cifra, tribute impuestos para ayudar a que el Estado se haga cargo
de brindar salud y educación de calidad a toda la población. Porque eso es
vital y lo más grave es que nadie, hasta ahora, en ninguna de las discusiones
políticas de estos tiempos, en las
escasas propuestas o en los temarios de los tibios discursos de consenso, ha dicho la más mínima palabra sobre
salud y educación. Si los que pretenden sacar al país adelante
no tienen claro que nuestro dilema es más grave desde lo cultural que desde lo económico
y que para empezar a pensar en solucionarlo hay que pensar en educar seriamente
a la ciudadanía y que para ello no debe haber ningún niño que no coma lo necesario para crecer ni que no
tenga garantizada la salud, está claro que no está en sus proyectos que un día
seamos una gran nación libre, justa y
soberana. Porque saberlo lo saben, pero la cuestión es si quieren hacerlo de
verdad o solo es un discurso.
Concluyendo
El elector independiente, al que no le interesa ni Macri ni Cristina ni ningún nombre propio en particular, está frente a un dilema casi existencial; tiene, por ahora, tres
alternativas con posibilidades de llegar al poder el 11 de diciembre próximo:
Cristina, que nos llevó al borde del
abismo, lo que niegan sistemáticamente ella y su gente y más aún, según Aníbal,
también Fernández, estábamos mejor que
Alemania; Macri, quien creyó que era Gardel
y que con su solo apellido tenía arreglada la inflación, que con él se garantizaba la presencia de
inversores y que de un día para otro íbamos a ser Alemania y la "ancha avenida del medio" con Lavagna, que cree
que es el elegido, pero no quiere someterse a internas, dice que sabe cómo hay
que sacar al país para adelante pero no cuenta con que no tiene ni por asomo
los más de dos mil funcionarios intachables y capaces que hacen falta para
gobernar y por lo tanto los tendrá que pedir prestado al peronismo que nos viene llevando de un
lado al otro pero nunca para arriba;.Massa, Pichetto, Urtubey o el que sea está
más o menos e la misa situación. Ninguno
puede garantizar nada por las suyas. Y lo peor, el elector independiente sabe
que no hay monedas de tres caras; ni
siquiera el revoleo al aire es una opción para, aunque sea, una azarosa
decisión.