Es cierto que en el mundo entero ya no hay espacios para
las ideologías pero lo nuestro es infinitamente peor. La mediocridad es
arrolladora y cual alud se está llevando puesto todo; valores, ideas, sociedad,
cultura, identidad. Dramático. Gane quien gane estaremos igualmente
comprometidos. Si ganaran los K sería una catástrofe. Populistas sin plata es
la debacle, pero… ¿Macri? No ha demostrado tener la menor idea de hacer ni qué
hacer y lo peor, si esa apertura desideologizada mostrada al convocar a Miguel
Ángel Pichetto fuera constructiva, podría iniciar un nuevo camino, pero está totalmente claro que es solo
electoral. El armado de las listas cerró
toda posibilidad de nuevos aires. A partir de allí los unos y los otros seguirán siendo más
recalcitrantes en sus acciones (no tienen ideas) y el futuro es realmente
desalentador
A veces pareciera que no hay salida aunque en realidad son
sólo estas generaciones para las que no se vislumbra una salida; seguramente el
país un día saldrá. Difícil poder pronosticar cuándo será, pero un día se va a dar; lo que asusta es la forma en la que tocaremos
fondo. Somos, pese a esta locura, una sociedad con ideas, muchas de ellas muy
radicalizadas, que quizás no se resignen por las buenas y todo termine muy mal.
Ojalá que no, por nuestros hijos, por nuestros nietos, por el país.
Una simple mirada a la conformación de las listas muestra
claramente que Cristina, por su lado, la
líder indiscutible del espacio, la que por acción y omisión resuelve todo en el
mundo K, absolutamente radicalizado con el empoderamiento de la Cámpora, es
lógico suponer que busca, en la legislatura, un paraguas protector que la ponga
lo más lejos posible de la cárcel. Pero no solo allí. En el discurso de ella misma, de Alberto Fernández y Zaffaroni, por nombrar a los más representativas, en su proyecto está llevarse puesta la
república y asegurarse la libertad y con ella la impunidad. No hace falta mirar más abajo a Mempo Giardinelli, Dady Brieva, Hebe de Bonafini ni ninguno de los que siguen
para saber qué es lo que piensa esta gente que ya ha cometido todo tipo de tropelías
en buena parte de los doce años durante los que gobernaron y que de ninguna
manera piensan cambiar. Por supuesto que además de lo institucional, queda claro que, sin dinero, el mismo que gastaron a mansalva mientras
robaban a manos llenas, el proyecto de
país que tratan de recrear es absolutamente inviable. Seguramente no es lo que
más les preocupa y ocupa, pero es lo que
podría llegar a pasar de llegar el kirchnerismo al poder.
La otra mirada; al PRO gobernante, no deja a nadie mucho más tranquilo. Mauricio
Macri regaló los años de tolerancia que le concedió la ciudadanía. Nunca antes nadie tuvo tanto tiempo de
respaldo popular. No pudo salir
adelante. Es cierto que el contexto internacional
de golpe les fue desfavorable. Pero peor le fue haberse confiado de que por el
solo hecho de ser Macri le iban a llover las inversiones. Tuvo tiempo para darse cuenta de que eso no
estaba sucediendo ni bien comenzó a gobernar,
pero no lo hizo y está claro que los inversores no le creen. Y en un mundo capitalista como el de hoy impera
la confianza como base de la radicación de capitales y con ello el desarrollo.
A Mauricio Macri los capitales no le creen. No ha habido ni habrá inversiones
en un marco legal en el que el Estado se lleva las ganancias de las empresas
para asistir con regalías a los ciudadanos beneficiados por el populismo y que
el supuesto capitalismo racional debió reordenar y controlar pero no lo hizo.
También está claro que, tras perder casi con seguridad la elección general de
octubre, aún ganando en noviembre tendrá mucho más compleja la situación legislativa. Con las cámaras en contra será muy difícil
lograr las reformas que hagan viables las inversiones y por ende poner en
marcha el país.
El camino del medio quedó reducido, más por impericia que por otra cosa, a una
pequeña callecita sin destino.
Ante estas realidades,
el electorado independiente, la
verdadera primera minoría si es que no constituye la real mayoría, más allá de
que muchos de ellos puedan sentirse peronistas, radicales o de cualquier otra
identidad ideológica, está en la gravísima encrucijada de no saber a quién
votar. Ninguna de las dos opciones de esta gran confrontación le ofrece las
mínimas garantías y siente, quizás esta vez más que nunca, que su destino está mucho más en manos de
Dios que de los hombres.