A un amigo
La amistad
significa: afecto, cariño, es
el disfrutar y gozar el uno del otro, dejando de lado todo contenido erótico.
Se trata de un sentimiento tan maravilloso que merece ser cultivado con esmero
y dedicación. El camino a recorrer es a veces largo, penoso y lleno de malezas,
por eso no permitas que esa malezas crezcan tanto que borren el camino que te
lleva hasta el corazón de tu amigo… ¡no busques excusas!… ¡transítalo con frecuencia!... La recompensa
será la alegría de compartir un hermoso momento con él.
Si en el camino encuentras
piedras, no las esquives porque seguirán estando ahí esperando que en un
descuido te tropieces, sólo hay que tomarse el trabajo de quitarlas, tirándolas bien lejos o mejor tratar de
molerla para usarlas como sendero, así
no correremos futuros riesgos,
especialmente si son piedras grandes. Si no puedes solo, busca otro amigo que
te ayude. Pero eso sí, no te olvides que esa piedra que ahora no está, porque
tú la quitaste, impedía que creciera la maleza y en consecuencia vas a tener
más trabajo para mantener el camino limpio.
Será necesario que estés más pendiente
de su limpieza, es decir, te va a llevar más tiempo y trabajo, por eso no
desmayes ni te canses… ¡sé consecuente!... es uno de los precios que te impone poder
mantener esa amistad viva, fresca y lozana… ¡piénsalo bien!… es un precio muy
bajo por los beneficios que te puede brindar.
Ese camino tiene que ser siempre de doble mano: si yo voy, tú tienes
que venir. Yo lo voy a recorrer, la decisión de hacerlo vos es tuya, porque de no ser así lo más probable es que no me quieras como amigo, y por lo tanto la amistad
va a desaparecer. Dijo el escritor y
poeta latino Publio Siro (-85aC -43aC): “la
amistad que acaba, no había comenzado”.
Esto nos remite al recuerdo de tantos que creíamos que eran amigos pero
el tiempo nos demostró que no era así… quizás sea nuestra culpa por pretender
idealizar sin motivos una relación.
¿Y el camino que yo limpié con tanto
esmero?... No te preocupes, un camino limpio invita a recorrerlo, pero es casi seguro que si no lo usas tú, otro lo
haga en tu lugar, porque como estaba
sucio no lo conocía y al comenzar a recorrerlo simplemente por curiosidad,
puede que encuentre a un amigo, sólo eso ya justifica tu esfuerzo… ¡y ese amigo,
porque no, a lo mejor eres tú!
Durante la limpieza es natural que
encuentres que es transitado por personas en ambos sentidos y que se aprovechan
de tu esfuerzo, salúdalos con respeto, no los culpes por usarlo, para eso son
los caminos, e invítalos a que te ayuden
en la limpieza o a hacerlo juntos, suele ocurrir que alguno de los transeúntes
se te unan en la tarea de limpieza, y a lo mejor llegan a ser amigos.
Hay un gran número de tipos de
caminos. Cuando digo caminos lo que hago es utilizar esta palabra en forma
metafórica, lo que pretendo es representar gráficamente las distintas maneras que hoy disponemos para comunicarnos entre las personas. Pero es
importante que entendamos que los caminos sólo constituyen un medio y no un
fin, por eso debemos conservarlos en las
mejores condiciones de transitabilidad … Yo estoy
dispuesto a que lo recorramos juntos,
espero que vos también, por eso te propongo
que disimulemos nuestra enorme cantidad de defectos, pero que a cambio resaltemos nuestras pocas virtudes.
EL PRECIO
Es frecuente escuchar que se diga “la amistad no tiene precio”,
personalmente no estoy de acuerdo, creo que sí tiene un precio pero no es en
moneda corriente, lo pagamos haciendo uso de uno de los más caros e inmaculados
sentimientos que cada uno de nosotros posee. Para poder tener y mantener un
amigo o una amistad es necesario utilizar una
sola forma de pago y la moneda se llama amor, que es la entrega con desinterés, con buena voluntad, con
compañerismo, con solidaridad, con buena fe, con comprensión, con el hoy y no
el mañana, con diálogo, con intimidad, con
disimulo de defectos (propios y ajenos), es como bien dice la definición:
buscar el bienestar del otro sin importar otra cosa. Este es un precio que debemos pagarlo permanentemente, es
un amor que no se termina de pagar nunca, es como si fuera en cuotas, por eso
no debemos dejar pasar el tiempo, porque
no hay una cantidad ni medida que signifiquen el total de un precio final, y en ese precio final se incluyen toda las virtudes y los defectos
que cargamos como seres humanos y que estamos obligados a comprender.
LA CANTIDAD
Hay quienes aseguran tener “un millón de amigos” tal como lo dice la
canción; pero sin dejar de lado el hecho que esa cantidad es una expresión
metafórica, no es posible tener muchos amigos pues eso significa atenderlos
poco y mal, que es equivalente a perderlos y en consecuencia al no tenerlos
estaríamos permitiendo el crecimiento de la maleza en los caminos que nos
conducen a ellos. Si debemos quitarla es tiempo que perdemos y crecerán mas
malezas en los otros caminos y lentamente irás perdiendo a muchos de ellos,
pero no te preocupes, es una consecuencia humana natural, nuestra capacidad
para todo es muy limitada y la amistad no escapa a la regla general. No podemos
ser ni omnipresentes ni omnipotentes.
El perder o ganar amigos forma parte de la vida, donde se gana y se
pierde de todo permanentemente. La canción dice:”cuando un amigo se va… queda
un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, y esto
también es otra expresión metafórica, ya que si lo hacemos extensivo a todos
los órdenes de la vida, permanentemente estamos perdiendo cosas y afectos, por
lo que entonces estaríamos formados por ausencias y espacios vacíos, es decir tendríamos
tantos huecos afectivos que no tendríamos ningún afecto, pero la realidad nos
demuestra que esto no es así. Sin duda
que la pérdida de un amigo representa un profundo dolor, cualesquiera sean las
circunstancias en que ello ocurra, pero su ausencia con el tiempo hace que ese
dolor lentamente se transforme en nostalgia que, a veces, su evocación se
entrelaza con los gratos momentos vividos y entonces nos enfrentamos a una
paradoja donde simultáneamente se nos presenta la tristeza por la pérdida junto con la
alegría de habernos quedado un hermoso recuerdo. Siempre habrá un motivo, razón o circunstancia para que su recuerdo se
haga presente y que por lo general no dependerá de la voluntad, sino de un hecho fortuito, o simplemente de
su aparición repentina, como un rayo que ilumina los recuerdos guardados en
algún oscuro y recóndito lugar de
nuestra mente.
Así como no hay una medida de la cantidad de amigos, tampoco podemos
decir es un gran amigo, es muy amigo, etc. No podemos dimensionar la magnitud
de una amistad, por lo que esos adjetivos son expresiones que en el fondo no
responden a la realidad de esa amistad y tienen un dejo de hipocresía, también
pueden ser palabras usadas para enfatizar una amistad; otras veces es una
expresión usadas para significar que tenemos un contacto más asiduo o frecuente. Convengamos que son términos que se usan con
mucha frecuencia para dar a entender la
cantidad de amistad, pero la amistad
utiliza una sola y única medida que no tiene grises y se reduce a ser o no ser
amigo.
LA DURACION
Si la vida humana no es eterna, tampoco puede serlo la amistad; siempre
perderemos amigos. Seamos sensatos; vivamos la realidad y superemos esta triste
contingencia inteligentemente, que no
significa el olvido. Una amistad no puede olvidarse jamás porque siempre deja
una profunda impronta en nuestros sentimientos y pensamientos; es una marca
indeleble que nos va a acompañar por el resto de nuestras vidas. El tiempo que
duró, la profundidad del contacto
durante la relación, la importancia de su presencia en nuestras vidas y el
esfuerzo invertido, harán que esa amistad sea recordada, y su frecuencia será
el producto de determinadas circunstancias que la evoquen, siendo para cada uno
de nosotros un añorado recuerdo.
Debe haber una razón, que escapa a nuestro entendimiento, para que
tengamos esa rara y desconcertante sensación de que a veces cuando nos
presentan a una persona, nos parece que fuera conocida de toda la vida, y otras, a
pesar de conocerla desde hace mucho tiempo nos resulta extraña o quizás lejana,
sin un vínculo afectivo profundo que nos una a ella con la misma firmeza que
con la primera. No tenemos una explicación que nos satisfaga, como tampoco en
esos casos que a pesar de haber tenido un trato con una persona durante mucho
tiempo y a la que hemos tratado con indiferencia, nos damos cuenta
sorpresivamente que realmente la sentimos afectivamente como alguien cercano, y
porque no como un amigo.
La duración de una amistad
depende también de de la frecuencia con que nos contactamos con el amigo, de
tal manera que no debemos ser lo suficientemente posesivos o absorbentes en la relación como para que
terminemos cansándolo, ni tampoco la ausencia de comunicación o contacto.
Tengamos la suficiente dosis de perspicacia para encontrar el justo límite en
el contacto, que por otra parte va a depender de las personalidades de cada uno
de los amigos, tratando de no caer en esos extremos que son perjudiciales y que
no sirven para mantener viva la llama de la amistad.
Cuando se dejamos pasar mucho tiempo, permitimos que se forme algo así
como un “óxido afectivo” que va carcomiendo lentamente el sentimiento
de amistad y que termine con su destrucción, cuando nos percatamos de la
pérdida y pretendemos recuperar la amistad, vamos a encontrarnos con el escollo
que representa el no poder eliminar totalmente ese óxido y ya todo no será
igual.
A pesar de ello es muy importante tratar de recuperar ese afecto
olvidado, descuidado o casi perdido, porque es mejor una amistad recuperada,
aunque esté menos presente, que
definitivamente haberla perdido.
LA CONFUSION
La palabra amigo significa querido o amante, persona a la que uno
quiere. Cuando usamos estos términos, lo
hacemos desprovistos de toda connotación
sexual, nos impresionan como sentimientos que tienen una gran fuerza espiritual, suponiendo que el espíritu tiene
diferentes niveles. Si bien no es intención
incursionar en el terreno religioso, y no pretendiendo la discusión sobre
la creencia privativa de cada uno, todos, en algún momento de nuestras vidas
hemos leído o escuchado que Jesús
pregonó el amor entre los hombres y
decía: amaos los unos a los otros,
que no es nada más ni nada menos que una
forma de propender (inclinarse a algo por una afición especial) a la amistad entre los hombres.
Es importante no confundir la amistad con compañerismo o camaradería;
si bien son palabras cuyo significado es muy parecido, no son para nada
sinónimos. Compañero se define como quien
acompaña a otro, sin entrar a considerar el grado de relación afectiva que
los une y que por lo general se refiere a los miembros de colegios,
comunidades, clubes, trabajo, instituciones, etc.; mientras que camarada deriva
de la palabra griega chamara que significa bóveda, lugar cerrado que puede estar
ocupado por diferentes cosas o personas como por ejemplo cámara de
automóvil, cámara frigorífica, cámara legislativa, etc. Cuando decimos
compañero o camarada no estamos hablando de amistad, aunque el trato sea entre
personas, se trata de personas unidas por intereses comunes pero que no son
precisamente los afectivos. Cuando decimos compañero estamos hablando de quien
nos acompaña, cuando hablamos de camarada nos referimos a quien está con
nosotros bajo un mismo techo, pero nunca serán amigos, salvo que el afecto, el tiempo y las circunstancias así
lo permitan. Se puede ser compañero o camarada de alguien sin siquiera llegar a
conocerlo más que superficialmente y muchas veces ni siquiera conocer su
nombre. Es sólo una presencia física, material, sin intervención del componente
esencial más importante de la amistad que es lo afectivo.
Hay otra palabra que se usa con frecuencia que es conocido, deriva de conocer que significa entender, advertir, persona con
la que se tiene un trato, con independencia
del tipo, forma, lugar o manera en que se desarrolle esa relación, donde lo
afectivo es circunstancial, con total independencia del nivel o profundidad del
conocimiento. Por lo general es una expresión de uso casi exclusivamente
social; utilizándose para dar a entender que sabemos su nombre, quien es, donde
vive, donde trabaja, que profesión tiene, sus relaciones, o cualquier otra
circunstancia que permita identificarlo. Podemos decir sin lugar a dudas que cuando
hablamos de un conocido, estamos identificando a esa persona como alguien del
cual conocemos alguna característica, pero tampoco significa que nos una a ella
ninguna relación afectiva.
Otra de las palabras que se suelen usar, aunque menos frecuentemente es
la de correligionario, que
significa pertenecer o tener una misma religión; o también tener la misma
opinión que el otro; se trata de la unión del prefijo co, que significa con, y de la palabra religión,
que es el conjunto de creencias y dogmas
acerca de una divinidad, de sentimientos de veneración, normas morales y de
prácticas rituales hacia ella. También es la virtud que mueve a las personas a
tributar a Dios el culto debido.
El amigo puede ser un compañero, un camarada, un conocido o un correligionario,
pero nunca se da a la inversa, o sea que todos los compañeros, camaradas o
conocidos no son amigos.
La frecuencia con que se utilizan mal estas palabras como sinónimos
hace que perdamos de vista sus verdaderos significados y en consecuencia los
convertimos en sinónimos incorporándolos a nuestro léxico diario con total
desprecio por sus verdaderos significados y faltándole el respeto a nuestros
propios sentimientos y a la lengua española.
EL AMOR
Amor lo definimos como un sentimiento
por medio del cual se busca el bien para gozarlo, y la amistad es un sentimiento que está
íntimamente ligado al amor, con total desprendimiento; con una entrega sin
retaceos y cuya moneda de cambio es la amistad en sí misma. Es además de un
sentimiento, una barrera que nos protege, como si se tratara de una poderosa
droga que tiene acción afectiva capaz de
actuar sobre nuestra salud mejorándola. Estudios que fueron realizados
tanto en EE.UU. como en Australia han
comprobado que en aquellos que padecen o han padecido enfermedades importantes como cardíacas,
hipertensión, tumores, lesiones, dolores, etc. han mejorado notablemente el
porcentaje de sobrevida cuando estuvieron acompañados por un amigo, cuando
recibieron amor. Con esto se demuestra lo beneficioso que es tener un amigo y que
además comparta con nosotros todas nuestras vivencias físicas y espirituales
tanto las positivas como las negativas.
Es muy común que se tome a la palabra amor como un sentimiento
exclusivo entre un hombre y una mujer, donde la culminación del mismo es la
relación sexual. Se dice habitualmente “hagamos el amor” (el amor ya está
hecho), cuando lo que realmente se quiere decir es “tengamos relaciones
sexuales”, se trata sólo de la materialización de una
necesidad natural o fisiológica como es el deseo sexual. La relación sexual es
una consecuencia natural entre dos personas unidas por una de las tantas formas
de amor y donde la atracción y el deseo sexual forma parte de ese tipo de amor
y que desde el punto de vista biológico está destinado a la procreación.
Si tomamos como ejemplo los
noviazgos, se observa que en la mayoría
de los casos comienzan siendo simplemente conocidos, el contacto prolongado los
transforma en camaradas y pueden culminar siendo amigos, o bien con el tiempo
se va convirtiendo por razones físicas en la necesidad de la convivencia y la
procreación por amor, que no hay que confundir con el deseo sexual, que no es
otra cosa que el interés en la necesidad
de la satisfacción sexual exclusivamente, hecho que no juzgamos porque no es el
lugar ni somos autoridad moral para
hacerlo.
Es decir que se han recorrido diferentes formas de relaciones, cada vez
más importante hasta llegar a la culminación de esa relación. Por eso cuando una pareja se une en pareja o
matrimonio, lo hace por amor (no hablo de aquellos que lo hacen por intereses
personales que pueden ser inconfesables). El amor entre una mujer y un hombre
se basa en lo afectivo, que es el amar y ser amado y en lo físico es compartir
el deseo de posesión, disfrutar y gozar el uno
del otro incluyendo el sexo. Con el tiempo todo el apasionamiento
inicial va cediendo como consecuencia del lógico envejecimiento y aquellos que
no sólo lo han podido comprender, sino
que también aceptar, siguen casados o unidos. Esa etapa de transformación lenta
donde así como ese apasionamiento
inicial va mermando como consecuencia
lógica del peso y el paso de los años, va dejando lugar en la pareja a otra forma de amor, donde el aspecto físico de la relación deja
de lado lo sexual y se reduce al simple hecho de verse, sentirse cerca,
mantener una conversación, una salida, etc. es el renacimiento de la amistad, basada en la comprensión, la convivencia, la
tolerancia, en compartir, es decir todos aquellos valores afectivos que son patrimonio del amor. En definitiva podemos decir que un matrimonio
o unión comenzó como una amistad, tuvo una
prolongada etapa de desarrollo sexual para finalmente terminar siendo
nuevamente amistad.
También debemos considerar que existen diferentes tipos de amor, tal
como sucede con el amor entre padres e hijos, entre hermanos, a la patria, al
trabajo, a los deportes, etc. Siempre cuando hay amor de cualquier tipo que sea
hay dos componentes inseparables, uno afectivo y otro físico. Esto lo dice la
definición de amor cuando buscamos la
felicidad del otro y en la felicidad se conjugan lo afectivo y lo
físico.
Dejando de lado lo físico, también tiene una profunda influencia en lo
afectivo; nos permite compartir nuestros momentos o estados de alegría o de
zozobra, hace que la descarga emocional de la situación vivida nos brinde un
alivio para sobrellevar esa carga sin dejar de reconocer que su opinión
desinteresada nos abre una ventana desde donde podemos ver otros aspectos del
problema, contribuyendo a veces a la
solución.
Todos necesitamos de por lo menos un amigo, quizás esa sea la razón por la que la palabra “amigo” se la
utiliza con tanta frecuencia, liviandad y las más de las veces se abusa de
ella. La necesidad de tener amigos no justifica su uso indiscriminado y que
finalmente termina con la desnaturalización del término.
Entre aquellos que tienen la
costumbre del uso de las redes sociales y especialmente los más jóvenes, se
hace generalmente esta pregunta: ¿Querés
ser mi amigo? cuando en realidad lo que se debería decir es “necesito ser tu amigo”, porque
necesito de tu amistad para acallar mis ansias de amar a un ser humano y de ser amado, porque
me siento sólo porque la esencia del afecto es la inclinación hacia el amor, es
la necesidad de amar a otra persona, de darle todo el cariño que seamos capaces
de dar, sin importar otra cosa a cambio que la gratificación de disfrutar y
gozar de su amor, que por otra parte nos permite alimentar nuestro egoísmo
afectivo, que no deja de ser un componente importante en la amistad, pero que
en ella desaparece al dejar de pensar en ”yo” y pensar en “nosotros”. Cuantas veces no nos interesamos en tener más
amigos por el temor a que sea mal interpretando del amplio sentido de la
palabra amor, en consecuencia nos fabricamos una barrera afectiva que nos lleva
inexorablemente a una triste y desgarradora soledad como es la soledad
espiritual.
A la soledad física la podemos
tolerar mejor porque tenemos miles de maneras para llenarla con cosas materiales
que por lo general están al alcance de la mano; pero cuando es espiritual no es tan sencillo encontrar una
forma adecuada, ni una fórmula para satisfacerla. Esto lo podemos resumir en
hambre material que se calma con algo
concreto como el alimento, pero cuando el apetito es espiritual sólo se calma
con un alimento afectivo y el amor es lo que mejor lo representa.
La amistad no se compra, se gana con el esfuerzo diario que nos impone
cultivarla, preparando el terreno, sembrando y luego cuidando el desarrollo de
ella para que se mantenga siempre viva y lozana y sólo se necesita poner amor
en la tarea para que se desarrolle y perdure. Por eso es mucho más difícil
mantener una amistad que hacerla. Para hacerla a veces basta con un poco de
comprensión, el deseo de conocerla mejor, más íntimamente, o las más de las
veces un hecho fortuito que nos puso a esa persona en nuestro camino; pero eso sí, para conservarla es menester
hacer esfuerzos para combatir la inercia de la rutina que nos impone nuestro
diario vivir.
¿Quién puede comprar algo que está dentro de uno mismo y en consonancia
con otro? La pregunta es muy fácil responder: nadie que no esté
dispuesto a pagar con amor.
LA PERTENENCIA
Cuando digo tengo un amigo estoy dando la sensación de posesión, que
reafirmamos enfáticamente cuando decimos: este es mi amigo, como si yo fuera su dueño, como si me
perteneciera sólo a mí. La realidad es otra, un amigo forma parte de nosotros y
nosotros somos parte del amigo. La amistad es un sentimiento compartido y no
una posesión. No es posible poseer el afecto o los sentimientos de otra
persona. Si aceptamos que los debemos
compartir con las otras personas que conforman el universo afectivo del otro es
la forma de honrarlo y de respetarlo, pero también es respetar nuestra propia libertad, honrándonos nosotros
mismos. Darle la libertad para decidir
lo que quiere o le gusta, esa misma libertad que cada uno de nosotros defiende
a ultranza. Esto hace que de ninguna manera debemos juzgarlo y menos utilizando los parámetros que
usamos como unidad de medida.
Respetar su libertad es permitir que la amistad se desarrolle y
evolucione hacia regiones afectivas más difíciles de penetrar o comprender y permitir que se prolongue en el tiempo.
Cercenar el espíritu de libertad es enviar un mensaje de egoísmo o
posesión hacia el otro… ¡por favor no lo
hagas!, porque si le permites su libertad, lo estás invitando a que te imite proyectándola
hacia los demás y así mejorar, aunque
sea en un ámbito muy circunscripto de la convivencia social y familiar, transformando la violencia
instalada en una sociedad como en la que nos toca vivir, que ha convertido a la
convivencia en algo tan difícil de lograr.
LA RUPTURA
Es posible que entre amigos se produzca un desencuentro que provoque la
ruptura o la pérdida de la amistad. La reacción de cada uno es diferente, pero
es un hecho generalizado que no se desee que se lo nombre como amigo.
Perder un amigo es algo que no debería pasar si tenemos en cuenta el
esfuerzo y sacrificio que costó formalizar la amistad con todo lo que ella
implica y ya hemos tratado de detallar. El impacto afectivo suele ser bastante
duro y siempre la culpa es del otro. Los hechos y circunstancias que provocan
esta ruptura pueden ser muy variados pero no hay ninguna razón para que esta
situación sea irreversible. Aquí es donde debemos poner en práctica todas las
virtudes que nos enaltecen, pero por sobre todo hay que poner todo amor, para
vencer ese defecto ese sentimiento de rencor e inclusive, a veces, de odio.
No debemos olvidar que con amor todo es posible, hablemos intentando un
acercamiento, la palabra bien empleada y en su justa medida tiene poderes que a
veces puede sorprendernos. Por eso si se
persevera en el amor, siempre estamos en condiciones de solucionar los conflictos.
LA TRASCENDENCIA
La amistad permite que nos
prolonguemos en el tiempo, aún después de la desaparición física de la persona
de nuestra amistad. Esto no sólo es una posibilidad de trascender, es lo que todos íntimamente
anhelamos y que de alguna forma durante
nuestra vida siempre estamos buscando… ¿Quién no quiere ser recordado
eternamente? ¿Quién no desea figurar en los libros como personaje destacado?
Ese recuerdo puede ser de una buena persona o por el contrario de una mala.
Si realmente queremos ser recordados como alguien que ha pasado por la
vida dejando una buena imagen, entre todas las cosas posibles, una de la que podemos hacer es cultivar la
amistad, poniendo en ello todo nuestro empeño, porque además nos permite,
aunque sea mínimamente mejorar el mundo en que vivimos. La trascendencia de nuestra
existencia depende sólo que cada uno de nosotros ponga a disposición de los
demás todo lo bueno que albergamos en nuestro interior. La trascendencia (empezar
a ser conocido algo que estaba
oculto; comunicar los efectos de una cosa a otras provocando consecuencias), no es otra cosa que dejar una
huella profunda de amistad en el otro para que éste a su vez lo proyecte en
nuevos amigos y así sucesivamente (trascendencia colectiva) que
es la forma de eternizarse anónimamente. Seguramente no seremos merecedores de
tener una estatua en una plaza importante de algún pueblo o ciudad para que la
gente se pregunte ¿quién es este personaje?, pero como contrapartida, estaremos
representados tanto en el corazón como en el pensamiento de nuestros amigos y
de generaciones futuras. Para pretender trascender como amigos hay que tener
presente dos palabras que son fundamentales: la primera es ahora, que es no
diferir el momento
oportuno para comunicarse, siempre
debe ser ahora, ya, de no ser así las distracciones propias de las ocupaciones harán que te olvides y luego te va
a costar mucho más encontrar el momento apropiado. ¿Acaso nunca te ha ocurrido
que venga a la mente esa frecuente
expresión de auto-reproche?… ¿Por qué no me comuniqué antes? ¿Alguna vez
pensaste que tu amigo a lo mejor estaba esperando ansiosamente tu llamado? La
segunda es molestar, suponemos que lo vamos a molestar y utilizamos esa suposición para
disculparnos nosotros mismos y ante los
demás. Suponer es pretender darle existencia real a algo que no sabemos si la
tiene, damos por sentado algo, por lo tanto no tenemos la seguridad de que
nuestra apreciación sea correcta, y si no estamos seguros no lo hagamos ya que
podemos cometer un error que puede llegar a ser irreparable.
Sabemos que sólo vivimos el presente, el ahora el ya; el pasado es lo que fue, con todo lo bueno y
lo malo que ocurrió, mientras que el
futuro todavía no llegó y puede suceder
que cuando llegue nosotros no estemos, por eso no dudes… utiliza el ahora… el ya.
Lo que he expuesto es un pensamiento que me inspiró un grupo de
personas heterogéneo en edades y personalidades con las que tuve la oportunidad
de realizar un viaje turístico. Ese contacto diario y muchas veces íntimo me
impactaron profundamente, donde pude aprender a través de la convivencia, jocosas situaciones y experiencias vividas a comprender
y respetar a los otros, marcándome de tal manera que hoy los puedo considerar
mis amigos.
A esas personas que fueron capaces
de elegirme como amigo, a pesar del poco tiempo de conocimiento y contacto, las deseo
honrar y conservar por el resto de mi vida
dedicándoles estos pensamientos, y a todos aquellos que a pesar de su
triste y lamentable desaparición física lo fueron… los que son… y los que serán
mis amigos.
Solo me resta decirte a ti y a todos mis amigos que los llevo en mi
corazón… que los necesito… que deseo que
nos embarquemos en este proyecto de amistad y que juntos podamos construir,
aunque sea mínimamente dentro de nuestro pequeño mundo un futuro mejor, aunque
sólo sea por nuestros hijos que se lo merecen.
Espero y deseo fervientemente tener el
criterio y la capacidad suficientemente como para evitar tener que perder a mis
amigos y si por alguna razón eso ocurriera, cosa que descuento que sin duda va
a ocurrir, trataré de poner todo mi amor para recuperarlo. Es muy probable
que no lo consiga, en cuyo caso me
quedará el sabor amargo de la pérdida.
No quiero ser ni soberbio ni petulante, pero poder hacer y conservar a
los amigos, es para mí lo mejor que puedo dejar como legado personal en mi paso
por esta vida terrenal, pensando que si
realmente existe el más allá, podamos
encontrarnos y continuar disfrutando de la maravillosa amistad que hoy nos une.
A todos les digo que les he mostrado lo más profundo de mis
sentimientos para intentar acercarme y conocernos mejor.
¡Gracias por compartir mis pensamientos!…
¡Gracias a todos!…
¡Muchas, pero muchas gracias por estar ahí!...
Por eso a manera de corolario
sólo me resta reafirmar lo antedicho: cultivemos
la amistad, por nosotros, por nuestros amigos, por la sociedad y por un futuro mejor y trascendente.
Y para finalizar te pregunto:
Querés seguir siendo mi amigo?...¿
Como ya lo expresé, estoy dispuesto a intentarlo, espero que vos también.
.
Septiembre 28 de 2013 ATILIO HUGO CRISORIO